Por
Juan
Antonio Bernardo Montes
Seminarista de 1ro de
Teología
El
titulo de este articulo parase ser ambiguo por dejar simplemente una duda al
aire, sin tener un contexto claro, sin embargo nos referiremos a la persona del
siglo XXI; lo primero que se puede pensar de alguien de esta época es resaltar
la mentalidad moderna que se posee, el relativismo en el que se ve sumergido y
la cientificidad en la que vive, de manera que ante estas realidades del hombre
de nuestro tiempo es más exigente, no es una persona que se conforma con una
respuesta sencilla, busca que realmente la respuesta este bajo una solida
justificación, donde la razón sea la que predomine ante el mensaje que se
quiere transmitir, así el destinatario se vuelve una persona multiforme, es
decir, se va formando a través de filosofías e ideologías que muchas veces
confunden y otras tantas que ayudan a
desvelar dudas, pero que al final dejan un vacío aun más profundo de nuevas
preguntas nacidas de su conocimiento, si bien llega a entender que en cuanto más
sabe, más dudas nacen, por lo tanto entre más dudas tenga, más tendrá que
buscar.
Pero
al final, qué es lo que busca el sujeto del siglo XXI, qué es lo que desea y
cuando lo encuentre que hacer con eso, pensar en esto podría ser algo
ambicioso, porque hablar de manera general de lo que el hombre tiene como
objetivo es enmarcar al ser humano, en un cubo que no permite ejercer la
libertad que por antonomasia posee, pero lo que si es posible saber es que el
hombre esta destinado a ser feliz o al menos debería serlo, y esta es una visión
que Aristóteles resaltaba del hombre, la eudemonia; sin embargo para alcanzar
tal objetivo, muchas veces visto utópicamente, se requiere de gran voluntad en
el hombre, es decir, realmente el hombre es capaz de esto, el gran filosofo nos
dice que el hombre será capaz de alcanzar a ser feliz en la medida en que este
sea un hombre virtuoso y no se deje caer por los vicios, que dominan al hombre
y lo hunden en sus placeres, convirtiéndolo en un esclavo de sus pasiones; sin
duda que esta visión aristotélica es fundamental para entender el proceder del
ser humano, sin embargo el cristiano no debe determinarse por las cuestiones
terrenales, debido a que esta llamado a algo más, que es la santidad, como la
misión terrenal, pero que no puede estar separada de la felicidad, de ello que
la santidad debe vivirse felizmente, sino es así simplemente no se puede hablar
de una verdadera santidad.
El
problema de la felicidad es que suele ser muy relativa y esto complica el hecho
que realmente una persona llegue a ser feliz, es decir lo que para uno es la
felicidad para el otro no lo es y por tanto el concepto de la felicidad no
queda definida, y la referencia de ella queda difuminada, convirtiéndola en una
fantasía de cuentos y por tanto para mucho incluso inaccesible o inalcanzable
por lo estereotipos que la misma sociedad propone; por otro lado, hoy la
felicidad se identifica con la auto-realización de la persona, en la medida en
que la persona se sienta a gusto consigo misma, es un primer paso para llegar a
ser feliz consigo mismo, el problema esta en que este camino termino en un egocentrismo
y puede incluso llegar al extremo de el hedonismo, y que al final nos da una
idea de la felicidad muy equivocada, el sentirse bien con uno mismo es para que
esta realización sea transmisible y no para encerrarse en si mismo, de ello que
muchas veces el hombre pierde sentido en su propia vida, por no tener una
caridad practica, terminamos con una felicidad a nivel psicológico, una
cuestión meramente neuronal, olvidando si no es que eliminando la parte
espiritual que el ser humano posee.
El
hombre posee una relación muy estrecha con la religión y por tanto con lo
espiritual, un ejemplo ilustrativo de ello es
su curiosidad por el origen de sí mismo, no puede quedarse estático, hay
una búsqueda siempre de la verdad, “el hombre contemporáneo se reconoce mejor
en la parábola budista del elefante y los ciegos: un rey del norte de la India reunió
un día en un mismo lugar a todos los habitante ciegos de la ciudad. Después
hizo pasar ante los asistentes un
elefante. Permitió que unos tocaran la cabeza, diciéndoles esto: esto es un
elefante. Otros tocaron la oreja o el colmillo, la trompa, la pata, el trasero,
los pelos de la cola. Luego, el rey pregunto a cada quien: ¿Cómo es el
elefante?, según la parte que habían tocado, contestaron: es como un cesto de
mimbre, es como un recipiente, es como la barra de un arado, es como un
deposito, como un pilar, como un montero, una escoba… entonces (…), empezaron a
pelear y a gritar “el elefante es así o asado” hasta que se abalanzaron unos
contra otros a puñetazos, para gran diversión del rey” (Cardenal Joseph
Ratzinger, ¿verdad del Cristianismo?, pág. 11), esta realidad es una de las que
vivimos, no sabemos la verdad en su totalidad, sólo sabemos parte de ella, así
la felicidad también no la conocemos en su totalidad, ubicamos caminos diversos
que nos llevan a diversas satisfacciones, sin embargo existe una felicidad que
es indistitutible, y es aquella que no se requiere de nada para ser feliz,
llegar y decir “yo soy más rico que todos, porque no necesito de nada para ser
feliz”, es hoy visto como una locura, todos necesitamos de cosas que nos den un
estatuto social y confort, muchos desean aparecer en medios de comunicación y
ser reconocidos e importantes, en pocas palabras muchos quieren ser actores,
¿será esta la felicidad, a la que el hombre es llamado?, ¿ser un hombre de
economías?, la verdad es que no.
La
vocación aparece ante el hombre como un medio económico del que se puede vivir,
por eso muchas veces se entiende como profesión, es decir profesión y vocación,
se entienden de la misma manera, sin embargo no es lo mismo, la vocación no se
determina bajo esquemas de beneficios económicos, se determina por el gusto de
vivir en lo que se hace; una profesión hoy lamentablemente, se ve por muchos no
por el gusto, sino por lo que se puede obtener de ella, así se pierde el gusto
por vivir lo que se busca, en dicha profesión, nadie disfruta su trabajo, sólo
buscan remuneraciones; entonces ¿Quién es el destinatario para una vocación,
cuando todos estamos sumergidos en un mismo contexto?, ¿Por qué unos pueden
responder y otros no?, ¿Qué es lo que marca la diferencia?, sin duda todos
somos testigos de un mismo cielo, de un mismo sol y una misma luna, y a pesar
de ello, tenemos ideas distintas de estos elementos, así la vocación se
muestra, como un llamado que todos escuchamos y que sólo unos responden, y no a
una vida consagrada, sino a una vocación
a la felicidad, así una vocación de cualquier índole debe vivirse, dando
testimonio de su plenitud como persona, hoy el destinatario somos todos, porque
todos vivimos en el mismo mundo con los mismo desafíos, por ello en particular
la respuesta al sacerdocio, se hace un reto, debido al secularismo que se
infiltra como la humedad, pero debemos ser conscientes que en toda vocación
debe ser destinada no para mi, sino para el otro, es así como encontraremos un
modo de vivir distinto, al de vivir para mi, es decir, el que vive para servir,
bien sirve para vivir, así hoy la pregunta es ¿el destinatario esta listo para
dar respuesta al llamado que se le hace y responder con los retos que implica?,
¿realmente el hombre esta listo para la verdad y vivir en la verdad?, la respuesta
sólo reside en ti.