martes, 11 de septiembre de 2012

El Director Espiritual dentro de la Formación Sacerdotal en el Seminario


El Director Espiritual dentro de la Formación Sacerdotal en el Seminario

Pbro. Angel de Jesús Godoy Juárez

El  Director Espiritual es una figura importante dentro de la formación sacerdotal, los documentos de la Iglesia lo consideran en como parte esencial de la comunidad educativa y además como miembro del Equipo Formador.[1] El sacerdote que cumpla esta misión debe contar con estas cualidades: «Santidad de vida y competencia doctrinal, humildad, caridad, prudencia, discreción, paciencia, intensa vida espiritual, experiencia pastoral y pedagógica»[2].

El Director Espiritual viviendo en el Seminario se coloca en primera línea, al interno de la comunidad formativa, para ayudar a los formandos a  luchar contra el espíritu de aislamiento, de indiferencia, de pasividad y de autosuficiencia. Ayuda al formando a clarificar  una constante tensión entre los dos polos fundamentales de la vida: la soledad y la comunión.[3]

Como parte del Equipo formativo, el Director Espiritual acompaña a los seminaristas de una manera visible y externa, organizando y coordinando algunos momentos de la vida del seminario,[4]  ya que desarrolla desarrollar una actividad pública y no solo privada. Esta misión, si la ocasión se presenta, se puede realizar con algunas personas que no sean residentes del Seminario.

Por otra parte, el Director Espiritual tiene una responsabilidad mayor que se coloca en el campo del fuero interno en el proceso de acompañamiento del seminarista, ayudándole a comprender y a aceptar  la voluntad de Dios,  en el discernimiento vocacional, en la promoción y el ejercicio de la oración personal.[5] Por esta razón dada la importancia de del Director Espiritual en la proceso vocacional el Código de Derecho Canónico expresa: «En todo seminario ha de haber por lo menos un Director Espiritual, quedando sin embargo libres los alumnos para acudir a otros sacerdotes que hayan sido destinados por el Obispo para esta función».[6]

El Padre Maurizio Costa distingue tres figuras fundamentales en el acompañamiento espiritual de los seminaristas: el Director Espiritual, el Moderador de Vida Espiritual y el Confesor. [7]

a.     El Director Espiritual
El Director Espiritual es una persona nombrada de manera oficial, escogida y enviada por el Obispo para que forme parte del equipo formador del seminario,[8] su labor es cuidar el aspecto de la vida espiritual de los seminaristas, actúa y se mueve en un doble plano:

Sobre el plano comunitario situado en  el fuero externo y como animador de la vida espiritual de todo el Seminario le corresponde la  coordinación de varios ejercicios de piedad y de la vida litúrgica,  también es de su competencia dar a conocer instrucciones sobre la vida espiritual en general y sobre la vida sacerdotal, organizando  los tiempos del espíritu para los candidatos al sacerdocio, a menos que el mismo Rector no se avoque a esto.

Sobre el plano personal, en el fuero interno (no sacramental  en cuanto tal), como director o acompañante o consejero espiritual de cada los seminaristas que lo hayan elegido como ayuda para la búsqueda de la voluntad de Dios, sobretodo encontrando el discernimiento de la autenticidad de la propia vocación, y como maestro y guía en el Espíritu.

El Director Espiritual, a través del coloquio personal con el  seminarista, debe ayudarle a fortalecer su crecimiento en la oración personal y  adecuando a su propia vida la fe, pero tiene que evitar caer  en una opinión parcial de su vocación, selectiva, intimista, arbitraria, para que pueda impregnar en el candidato  un discernimiento claro, logrando un criterio maduro de opción sacerdotal.

Para llevar a cabo  esta función sobre el plano personal el Obispo puede designar, y es mejor que así sea, otros sacerdotes. Así se puede responder mejor, y en un modo más adecuado, que sea delegada para tal función, una persona de plena fe que pueda garantizar la unidad de la dirección del seminario y de esta manera, sea asegurada y resguardada a todos y a cada uno la libertad  de abrir y manifestar la propia conciencia.

b.     El Moderador de la Vida Espiritual
Es un sacerdote escogido libremente  por el candidato para la propia  formación espiritual, fuera de la personas designadas por el Obispo para la dirección espiritual en el Seminario.[9] Su nombre debe ser notificado al Rector para obtener la aprobación de su elección y para garantizar el principio de libertad de conciencia de los seminaristas ya que su labor está sobre el fuero interno, de esta manera se garantiza no caer en una anarquía de la formación espiritual, que atente contra la unidad de la dirección espiritual conveniente en cada seminario.

La función del Moderador  Espiritual es la misma que realiza el Director Espiritual en cuanto a la acción del plano personal. Se diferencia formalmente del Director Espiritual Oficial en dos puntos:

Actúa solo sobre el plano personal y no sobre el plano comunitario; y ser elegido no de manera oficial sino presentado por el Rector al Obispo.

Es elegido por parte del alumno,[10] pero con la aprobación del Rector para el ejercicio de su labor espiritual sobre el seminarista.

c.      El Confesor
El Confesor «es un sacerdote autorizado por el Obispo, que, por su competencia, virtud, discreción y benevolencia, da confianza a los alumnos para que acudan con frecuencia al Sacramento de la Reconciliación».[11] Su labor se desarrolla en el fuero interno de manera sacramental. La libertad de elección del confesor  está tutelada en el Código de Derecho Canónico,[12] por lo en este caso no existe la necesidad de notificar al Rector de quien se confiesa o con quien se confiesa.

En este sentido, el Seminario debe garantizar la presencia, al menos un Director Espiritual en la vida interna de la comunidad para favorecer la frecuencia a la confesión. El Código de Derecho Canónico  orienta que al menos dos veces al año, el Seminario invitará a otros confesores externos ante los cuales los seminaristas puedan recurrir para recibir el sacramento de la Penitencia[13].

El Director Espiritual tiene la responsabilidad en el proceso formativo en el ámbito de la Dimensión Espiritual por lo tanto, sus principales funciones son:

·     Dirigir y coordinar los diversos ejercicios de piedad y de la vida litúrgica,[14]en donde «la Eucaristía sea el centro de toda la vida del Seminario».[15]
·     Coordinar a otros sacerdotes autorizados por el Obispo para cumplir el rol de directores espirituales o confesores de los alumnos, con el objetivo de asegurar la unidad de criterios en el discernimiento vocacional.[16]
·     Es el principal responsable de la coordinación de la vida espiritual del Seminario  y todo lo que concierne a los momentos de oración y de piedad. Por lo que estará atento a una adecuada programación de las actividades como son los ejercicios espirituales, retiros, Eucaristías, etc.
·     Motivar al alumno a la frecuencia del sacramento de la reconciliación por medio de las celebraciones penitenciales comunitarias.
·     Favorecer el encuentro personal de la dirección espiritual, por lo cual debe estar a tiempo completo a este servicio.
·     Salvaguardar la confidencialidad del fuero interno, sacramental o extra sacramental, valorando como sagrado la apertura de la conciencia del alumno.
·     Ayudar a los seminaristas a descubrir la relación entre el coloquio espiritual y la confesión sacramental, teniendo cuidado de hacerles entender que la apertura del sagrario de la conciencia  lleva a la acusación de los pecados.
·     Recomendar la necesidad y la importancia de la confesión frecuente sin olvidar lo establecido jurídicamente tomando en cuenta que se ha concedido al seminarista  la libertad total en la elección de su propio confesor.[17]
·     Comprometido en ayudar a los seminaristas a entender cuál es la esperanza de su vocación, si se detecta que el camino del discernimiento vocacional no conduce a la meta del ministerio ordenado, debe hacer que esta orientación sea madurada,  digerida con tranquilidad y con calma, evitando, en cuanto sea posible que la medida de expulsión del seminario, tomada por parte del Rector, cauce heridas profundas.[18]
·     Contar con las necesarias aptitudes para el campo de la Dirección Espiritual, así como en Teología Espiritual y en otras ciencias del conocimiento y guía de las personas, además de contar el mismo con un Director Espiritual. [19]



[1] Ver Costa, M., Tra identità e formazione, Edizione ADP, Roma 2003, 304.
[2] Ver CIC 1051§1; Conferencia del Episcopado Mexicano, Orientaciones para la Formación Espiritual en los Seminarios Mayores de México, 147.
[3] Ver Panizzolo, S., Il prete e la sua formazione, Edizione Dehoiniane, Bologna 2008, 87.
[4] Ver Congregación para la Educación Católica, Directrices sobre la preparación de los formadores del Seminario, Roma 4 de noviembre de 1993, 44.
[5] Ver Costa, M., Tra identità e formazione, Edizione ADP, Roma 2003, 305.
[6] CIC 239§2
[7] Los temas sobre el Director Espiritual, el Moderador de Vida Espiritual y el Confesor son traducción nuestra con algunas adaptaciones de Costa, M., Tra identità e formazione, Edizione ADP, Roma 2003, 305 – 309.
[8] Ver CIC 239§2
[9] «Acostumbren los alumnos a acudir con frecuencia al sacramento de la penitencia, y se recomienda que cada uno tenga un director espiritual, elegido libremente, a quien puedan abrir su alma con toda confianza». CIC 246 § 4.
[10] Ver CIC 246§ 4
[11] Ver Conferencia del Episcopado Mexicano, Orientaciones para la Formación Espiritual en los Seminarios Mayores de México, 161.
[12]«Además de los confesores ordinarios, vayan regularmente al seminario otros confesores; y, quedando a salvo la disciplina del centro, los alumnos también podrán dirigirse siempre a cualquier confesor, tanto en el seminario como fuera de él». CIC 240§1.
[13] Ver CIC 240 §1.
[14] Ver Congregación para la Educación Católica, Directrices sobre la preparación de los formadores del Seminario, Roma, 4 de noviembre de 1993, 44.
[15] CIC 246 § 1.
[16] Ver Congregación para la Educación Católica, Directrices sobre la preparación de los formadores del Seminario, Roma, 4 de noviembre de 1993, 44.
[17] Ver CIC 246§4.
[18] Ver PANIZZOLO, Sandro, Il prete e la sua formazione, Edizione Dehoiniane, Bologna,2008, 87-88.
[19] Ver Conferencia del Episcopado Mexicano, Orientaciones para la Formación Espiritual en los Seminarios Mayores de México, 161 y 164.

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En oración

Muchos saludos en estos momentos en que estamos viviendo El el tiempo del adviento.