Pbro. Angel de Jesús Godoy Juárez
El Director Espiritual es una figura importante
dentro de la formación sacerdotal, los documentos de la Iglesia lo consideran
en como parte esencial de la comunidad educativa y además como miembro del
Equipo Formador.[1] El sacerdote que
cumpla esta misión debe contar con estas cualidades: «Santidad de vida y
competencia doctrinal, humildad, caridad, prudencia, discreción, paciencia,
intensa vida espiritual, experiencia pastoral y pedagógica»[2].
El
Director Espiritual viviendo en el Seminario se coloca en primera línea, al interno de la comunidad formativa, para
ayudar a los formandos a luchar contra
el espíritu de aislamiento, de indiferencia, de pasividad y de autosuficiencia.
Ayuda al formando a clarificar una
constante tensión entre los dos polos fundamentales de la vida: la soledad y la
comunión.[3]
Como
parte del Equipo formativo, el Director Espiritual acompaña a los seminaristas
de una manera visible y externa, organizando y coordinando algunos momentos de
la vida del seminario,[4] ya que desarrolla desarrollar una actividad
pública y no solo privada. Esta misión, si la ocasión se presenta, se puede
realizar con algunas personas que no sean residentes del Seminario.
Por
otra parte, el Director Espiritual tiene una responsabilidad mayor que se
coloca en el campo del fuero interno en el proceso de acompañamiento del
seminarista, ayudándole a comprender y a aceptar la voluntad de Dios, en el discernimiento vocacional, en la
promoción y el ejercicio de la oración personal.[5]
Por esta razón dada la importancia de del Director Espiritual en la proceso
vocacional el Código de Derecho Canónico expresa: «En todo seminario ha de haber por lo menos un
Director Espiritual, quedando sin embargo libres los alumnos para acudir a
otros sacerdotes que hayan sido destinados por el Obispo para esta función».[6]
El
Padre Maurizio Costa distingue tres figuras fundamentales en el acompañamiento
espiritual de los seminaristas: el Director Espiritual, el Moderador de Vida
Espiritual y el Confesor. [7]
a.
El
Director Espiritual
El
Director Espiritual es una persona nombrada de manera oficial, escogida y
enviada por el Obispo para que forme parte del equipo formador del seminario,[8]
su labor es cuidar el aspecto de la vida espiritual de los seminaristas, actúa
y se mueve en un doble plano:
Sobre
el plano comunitario situado en el fuero
externo y como animador de la vida espiritual de todo el Seminario le
corresponde la coordinación de varios
ejercicios de piedad y de la vida litúrgica,
también es de su competencia dar a conocer instrucciones sobre la vida
espiritual en general y sobre la vida sacerdotal, organizando los tiempos del espíritu para los candidatos
al sacerdocio, a menos que el mismo Rector no se avoque a esto.
Sobre
el plano personal, en el fuero interno (no sacramental en cuanto tal), como director o acompañante o
consejero espiritual de cada los seminaristas que lo hayan elegido como ayuda
para la búsqueda de la voluntad de Dios, sobretodo encontrando el
discernimiento de la autenticidad de la propia vocación, y como maestro y guía
en el Espíritu.
El
Director Espiritual, a través del coloquio personal con el seminarista, debe ayudarle a fortalecer su
crecimiento en la oración personal y adecuando a su propia vida la fe, pero tiene
que evitar caer en una opinión parcial
de su vocación, selectiva, intimista, arbitraria, para que pueda impregnar en
el candidato un discernimiento claro,
logrando un criterio maduro de opción sacerdotal.
Para
llevar a cabo esta función sobre el
plano personal el Obispo puede designar, y es mejor que así sea, otros
sacerdotes. Así se puede responder mejor, y en un modo más adecuado, que sea
delegada para tal función, una persona de plena fe que pueda garantizar la
unidad de la dirección del seminario y de esta manera, sea asegurada y
resguardada a todos y a cada uno la libertad
de abrir y manifestar la propia conciencia.
b.
El
Moderador de la Vida Espiritual
Es
un sacerdote escogido libremente por el
candidato para la propia formación
espiritual, fuera de la personas designadas por el Obispo para la dirección
espiritual en el Seminario.[9] Su nombre debe ser notificado al Rector para obtener la
aprobación de su elección y para garantizar el principio de libertad de
conciencia de los seminaristas ya que su labor está sobre el fuero interno, de
esta manera se garantiza no caer en una anarquía de la formación espiritual,
que atente contra la unidad de la dirección espiritual conveniente en cada
seminario.
La
función del Moderador Espiritual es la
misma que realiza el Director Espiritual en cuanto a la acción del plano
personal. Se diferencia formalmente del Director Espiritual Oficial en dos
puntos:
Actúa solo sobre el plano personal y no sobre el plano comunitario; y
ser elegido no de manera oficial sino presentado por el Rector al Obispo.
Es elegido por parte del alumno,[10]
pero con la aprobación del Rector para el ejercicio de su labor espiritual
sobre el seminarista.
c.
El
Confesor
El
Confesor «es un sacerdote autorizado por el
Obispo, que, por su competencia, virtud, discreción y benevolencia, da
confianza a los alumnos para que acudan con frecuencia al Sacramento de la
Reconciliación».[11]
Su labor se desarrolla en el fuero interno de manera sacramental. La
libertad de elección del confesor está
tutelada en el Código de Derecho Canónico,[12] por lo en este caso no existe la necesidad de notificar al Rector de
quien se confiesa o con quien se confiesa.
En este sentido, el Seminario debe garantizar
la presencia, al menos un Director Espiritual en la vida interna de la
comunidad para favorecer la frecuencia a la confesión. El Código de Derecho Canónico
orienta que al menos dos veces al año, el Seminario invitará a otros
confesores externos ante los cuales los seminaristas puedan recurrir para
recibir el sacramento de la Penitencia[13].
El Director Espiritual tiene la
responsabilidad en el proceso formativo en el ámbito de la Dimensión Espiritual
por lo tanto, sus principales funciones son:
· Dirigir y coordinar los diversos ejercicios de piedad y de la vida
litúrgica,[14]en
donde «la
Eucaristía sea el centro de toda la vida del Seminario».[15]
· Coordinar a otros sacerdotes autorizados por el Obispo para cumplir
el rol de directores espirituales o confesores de los alumnos, con el objetivo
de asegurar la unidad de criterios en el discernimiento vocacional.[16]
· Es el principal responsable de la coordinación de la vida espiritual
del Seminario y todo lo que concierne a
los momentos de oración y de piedad. Por lo que estará atento a una adecuada
programación de las actividades como son los ejercicios espirituales, retiros,
Eucaristías, etc.
· Motivar al alumno a la frecuencia del sacramento de la reconciliación
por medio de las celebraciones penitenciales comunitarias.
· Favorecer el encuentro personal de la dirección espiritual, por lo cual
debe estar a tiempo completo a este servicio.
· Salvaguardar la confidencialidad del fuero interno, sacramental o extra
sacramental, valorando como sagrado la apertura de la conciencia del alumno.
· Ayudar a los seminaristas a descubrir la relación entre el coloquio
espiritual y la confesión sacramental, teniendo cuidado de hacerles entender
que la apertura del sagrario de la conciencia
lleva a la acusación de los pecados.
· Recomendar la necesidad y la importancia de la confesión frecuente sin
olvidar lo establecido jurídicamente tomando en cuenta que se ha concedido al
seminarista la libertad total en la
elección de su propio confesor.[17]
· Comprometido en ayudar a los seminaristas a entender cuál es la
esperanza de su vocación, si se detecta que el camino del discernimiento
vocacional no conduce a la meta del ministerio ordenado, debe hacer que esta
orientación sea madurada, digerida con
tranquilidad y con calma, evitando, en cuanto sea posible que la medida de
expulsión del seminario, tomada por parte del Rector, cauce heridas profundas.[18]
· Contar con las necesarias aptitudes para el campo de la Dirección Espiritual, así
como en Teología Espiritual y en otras ciencias del conocimiento y guía de las
personas, además de contar el mismo con un Director Espiritual. [19]
[1] Ver Costa, M.,
Tra identità e formazione, Edizione
ADP, Roma 2003, 304.
[2] Ver CIC 1051§1;
Conferencia del Episcopado Mexicano, Orientaciones para la Formación Espiritual
en los Seminarios Mayores de México, 147.
[3] Ver Panizzolo, S.,
Il prete e la sua formazione,
Edizione Dehoiniane, Bologna 2008, 87.
[4] Ver Congregación para la Educación Católica, Directrices sobre la preparación de los formadores del Seminario,
Roma 4 de noviembre de 1993, 44.
[5] Ver Costa, M.,
Tra identità e formazione, Edizione
ADP, Roma 2003, 305.
[7] Los temas sobre el Director Espiritual, el
Moderador de Vida Espiritual y el Confesor son traducción
nuestra con algunas adaptaciones de Costa,
M., Tra identità e formazione,
Edizione ADP, Roma 2003, 305 – 309.
[8] Ver CIC 239§2
[9] «Acostumbren los alumnos a acudir con frecuencia al sacramento de la
penitencia, y se recomienda que cada uno tenga un director espiritual, elegido
libremente, a quien puedan abrir su alma con toda confianza». CIC 246 § 4.
[10] Ver CIC 246§ 4
[11] Ver Conferencia del Episcopado Mexicano, Orientaciones para la Formación Espiritual en los Seminarios Mayores de
México, 161.
[12]«Además de los confesores ordinarios, vayan regularmente al seminario
otros confesores; y, quedando a salvo la disciplina del centro, los alumnos
también podrán dirigirse siempre a cualquier confesor, tanto en el seminario
como fuera de él». CIC 240§1.
[14] Ver Congregación para la Educación Católica, Directrices sobre la preparación de los formadores del Seminario,
Roma, 4 de noviembre de 1993, 44.
[15] CIC 246 § 1.
[16]
Ver Congregación
para la Educación Católica, Directrices sobre la preparación de los formadores del Seminario,
Roma, 4 de noviembre de 1993, 44.
[17] Ver CIC 246§4.
[18] Ver PANIZZOLO, Sandro, Il prete e la sua formazione, Edizione Dehoiniane, Bologna,2008,
87-88.
[19] Ver Conferencia del Episcopado
Mexicano, Orientaciones
para la Formación Espiritual en los Seminarios Mayores de México, 161 y 164.
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