sábado, 2 de marzo de 2013

La Gloria del Señor Jesús nos interpela a dejar todo por lo más sublime


Pero ¿Qué hace que tantos hombres y mujeres amigos de Jesús podamos afrontar las pruebas más dolorosas y difíciles?

¿Qué hace que inclusive soportemos tantas ofensas y humillaciones?

No hay más que volver nuestros ser al acontecimiento que se nos está relatando, cuando Pedro, Santiago y Juan son testigos de un acontecimiento singular pues Jesús mismo se presenta con toda su gloria, brillante como luz que es, totalmente transfigurado, irradiando su calidez a todos los que se encuentran vecinos a él, pero no está solo con sus discípulos, sino que a un lado se encuentra Moisés y por el otro el profeta Isaías, Jesús se encuentra en medio, porque tanto la Ley (representada por Moisés) así como los profetas (representados por Isaías) han hablado a lo largo del tiempo de él, de ÉL con mayúscula, es decir de Dios, al haber sido enviados por Dios para preparar a su pueblo, para el momento culminante en que las promesas realizadas por Dios de que estaría con nosotros para salvarnos, y así toma nuestra condición humana menos en el pecado, lo recibimos y no lo distinguíamos tan claramente sino a través del trato nos dábamos cuenta de la excelencia de persona que teníamos delante de nosotros, y así como a través del tiempo el pueblo de Dios iba siendo instruido a través de La Ley y los Profetas, así también nosotros hemos sido conducidos para llegar a reconocer la gloria a la que todos somos llamados en la santidad de vida, en la comunión plena con Dios mismo, en su Hijo amado Jesucristo Señor nuestro. 

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En oración

Muchos saludos en estos momentos en que estamos viviendo El el tiempo del adviento.