Por Adrián Gastélum Tagle
Seminarista de 2do de Filosofía
En
una ocasión hace aproximadamente dos años, el padre Mario Villanueva y el
entonces diácono Aurelio Chávez daban una conferencia acerca de la vocación en
la Iglesia, la verdad no me intereso mucho –con el perdón de los padres- pero
el padre Mario dijo una frase que no se me ha olvidado: “no es que queramos ser
sacerdotes sino que Dios nos ha llamado a serlo y nosotros hemos respondido”. Quizá
es muy bobo pero cada que me preguntan cómo sentí la vocación no sé qué
responder, pues no busco sentir sino pensar, pero aquella tarde no pensé, es
una respuesta muy complicada, pues no se me apareció ni la Virgen ni el Espíritu
Santo para decirme que entrara al seminario sino que simplemente quise hacerlo,
cuando quise pensarlo ya estaba en la capilla del seminario menor rezando las
vísperas o completas.
A
qué viene esto, pues precisamente más que sentir o pensar debemos querer,
decidir, responder, y para hacer esto necesitamos ser libres. Gracias a la
libertad podemos elegir lo que queremos, lo que deseamos, lo que seremos.
Todo
ente tiene un fin y con mayor razón el hombre, el cual es llamado por Dios a
algo. Desde el catecismo nos han enseñado que la vocación es un llamado de Dios
al hombre, manejemos aquí el concepto de vocación como un medio para llegar a
un fin –o por lo menos yo así lo veo-. Pero ¿cuál será ese fin? podemos decir
que el fin último de todo hombre es el bien o la felicidad, y cristianamente
ese bien o Bien supremo –como lo llama
Platón- es Dios, pero para llegar a ese fin, es decir, a Dios, necesitamos
medios, los cuales nosotros gracias a nuestra libertad elegimos. Por ejemplo,
un medio podría ser el sacerdocio, la vida religiosa, el matrimonio, o alguna
profesión, siempre y cuando lo hagamos bien y en el nombre de Dios.
Decía
que para elegir hay que ser libres, pero antes de plantearnos la libertad en
nuestra vida, tenemos que conocer nuestra vida, nuestro ser, nuestra historia,
mientras no aceptemos lo que somos, lo que vivimos, no seremos libres, ya que
estaremos anclados al pasado, pues a veces nos preocupamos mucho por quién
queremos ser y no por quiénes somos. Es necesario que el hombre descubra y
acepte su historia y de esta manera trascienda, y pueda elegir libre y
conscientemente un medio que lo lleve a su fin.
Para
ser libres necesitamos de dos facultades: la inteligencia y la voluntad; un
hombre sin inteligencia no es libre y un hombre que no actúa conforme a su
voluntad, sino que es forzado a obrar tampoco es libre. Para responder al
llamado que Dios nos hace, a nuestra vocación tenemos que ser libres, es decir,
tenemos que estar dotados de inteligencia y voluntad, estar completos, de lo
contrario no podemos ni ser sacerdotes, ni adquirir matrimonio y creo -y
espero- tampoco podremos adquirir un lugar en la universidad.
A
veces podemos entender que la libertad es poder decidir y hacer lo que yo
quiera, sin depender de nadie ni de nada, sin embargo, sí dependemos de
alguien, de Dios. No estamos en el mundo simplemente arrojados, tirados, sino
que existimos por una razón, y esa razón es ser, vivir, y vivir para Dios,
¿cómo? cada quien sabe.
Como
podremos ver sólo el hombre puede ser libre, o ¿cuándo han visto a un animal en
la universidad?, precisamente somos libres por nuestra inteligencia, sin
embargo, ante la libertad necesitamos respuesta, responsabilidad, es decir,
poder responder de nuestros actos, dar cuentas de ello. La libertad es una vocación,
ya que por ella elegimos el modo de llegar a Dios, algunas serán profetas;
otros, sacerdotes, maestros, etc., pero ante todo estamos llamados, tenemos el
derecho de actuar con libertad.
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