“Ubi
societas, ibi ius”
Por Fernando Kazunari Zorrilla
1ro de Teología en el SDT
1ro de Teología en el SDT
La apuesta ya está
sobre la mesa y el próximo primero de Diciembre, todos los mexicanos volveremos
a ver el regreso del PRI a la residencia de los pinos; independientemente de la
bandera que defienda usted, me atrevo a dirigir un llamado a la conciencia con
este pequeño repaso de lo que la justicia social brinda a la sociedad. En un
primer acercamiento podemos recordar al filósofo Platón, quien quiso sentar las
primeras leyes en “la republica” desde ahí se viene puliendo la idea de una
ética política, pues no podríamos decir que lo fue en perfección, más bien, fue
lo correcto bajo la cosmovisión de su tiempo.
Podemos decir que la normatividad
de la justicia, misma que el estado tiene obligación de promover es en sí una
de las ciencias filosóficas más importantes en nuestro tiempo, por la luz de
sus principios y por la finalidad de sus aplicaciones; ya que, el fin de ésta
consiste en la contemplación de la verdad en sus principios para la realización
del bien común, es decir, para que la persona y la sociedad obren de tal manera
que se logre la plena realización de todos y cada uno de los miembros de la
sociedad.
Ahora bien, siendo
realistas existe un gran desfase longitudinal de lo que debiera ser la justicia
y la realidad cultural actual ya que se ve profundamente marcada por el
subjetivismo la cual desemboca muchas veces en el individualismo y en el
relativismo, impulsando a los hombres a convertirse en la medida de sí mismos,
aquí se empieza a cuartear la brújula de vida del sr. Benito Juárez “el derecho
al respeto ajeno es la paz” pues si cada hombre dicta lo que es justo para sí e
inicia por hacer justicia por su propia mano, centrándose en su propio yo y
transformándose en el único criterio de valoración de la realidad, acabaremos
en una monarquía del más fuerte y pisoteando a los que no puedan levantarse, de
ahí que el derecho y la justicia tienen que ofrecer a todos las mismas reglas
aplicando el derecho de igualdad, la alteridad que vele por los demás y la
misma intersubjetividad.
Nos
enfrentamos a nuestra realidad creada, la nodriza social (estado-familia) tiene
como receptáculo a los mismos jóvenes, que son coherederos de nuestra
situación, y digo coherederos porque hoy incluso los infantes empiezan a
hacerse camino en este mundo hostil que en ocasiones no conducen a la
realización personal. No estamos educando como sociedad en la conciencia moral
y la prudencia fáctica, nos jactamos de que avanzamos en muchas cosas, que el
país va en vías a la modernización, que subimos en porcentaje en la bolsa de
valores, que ganamos siete medallas en los olímpicos, y es verdad es un orgullo
nacional, al final todos somos mexicanos y es motivo de alegría todas estas
cosas buenas que se vienen sembrando, pero sin un ideal de avance en conjunto
nuestras figuras que han puesto la bandera mexicana en lo más alto nada podrán
competir con los millones de habitantes que no cooperemos en el desarrollo de
una sociedad más justa.
La participación a la que estamos
llamados como sociedad representa una propiedad intrínseca de la persona, su
ser personal, su misma humanidad, que viene a determinar que el hombre, que
vive en sociedad, existe y actúa junto con otros, lo cual tiene que permitir la
realización del orden social. La participación, dígase en primer lugar es la
propiedad de la persona que es capaz de conferir una dimensión personal y de
forma secundaria proporciona la relación positiva hacia la humanidad y los
demás.
La
vida moral del hombre consiste en que cada persona trabaje en desarrollar en pos
de los demás al máximo las posibilidades de su naturaleza, obrando en toda
circunstancia según las exigencias de la recta razón, así la defensa social no se mirará deteriorada
por el individualismo que como vimos y sabemos, llevado a las últimas
consecuencias, desemboca en la negación de la idea misma de naturaleza humana,
proporcionando el caos del mundo actual. La justicia
tiene que ser clara y responder a tres grandes pilares que respalden y
salvaguarden el orden social; a saber, el derecho tiene que armonizar la realidad en la que se
encuentre, tiene que proveer instrumentos
técnicos que permitan instaurar el orden previsto y sobre todo guardar el orden social.
Sin
duda el desafío es grande y la realidad es que al paso del tiempo las normativas
tienen que avanzar para poder legislar al hombre, pues conforme el reloj siga
avanzando el estudio antropológico es y será siendo matizado como a favor
plazca, el hombre aunque unos crean así no es un producto social terminado
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