Por René Espinoza Castro.
Por los ojos de la humanidad en las diferentes épocas en su recorrido por el mundo, han pasado o presenciado diversos acontecimientos de destrucción, júbilo, alegría, desgracia, llanto, expectación, asombro. Sucesos que han cambiado su concepción del mismo.
Cada día en el mundo nace una vida pero a su vez también deja de latir un corazón, la vida y la muerte son dos dimensiones del ser humano. Ya lo decía con otras palabras en una de sus canciones José Alfredo Jiménez “la vida comienza llorando y llorando se acaba”. Podemos iniciar aclarando que el hombre no vino al mundo a sufrir o a padecer males, pero quizá analizando la situación de la humanidad, podamos toparnos con pared, ya que es lo que más encontramos en el mundo: mal. No por caer en el pesimismo o la exageración, pero es una realidad la existencia del mal en el mundo. Una realidad que no podemos evitar ya que habitamos en un mundo finito.
Quizá la interrogante que surja de todo esto es cómo si vivimos en un mundo creado por Dios, existe el mal. A lo largo del caminar del hombre por el mundo, desde la antigüedad, la humanidad ha presenciado diversos acontecimientos que han cambiado su historia, su manera de percibir el mundo, su visión del futuro. Las catástrofes, las enfermedades, las luchas sociales, las guerras, injusticias, son parte del mal que existe en el mundo, claro que el hombre está implicado en la generación de mal, ya que las guerras, las injusticias e incluso en los sufrimientos humanos ha tenido acción en estos.
Cuantos acontecimientos donde ha habido pérdidas humanas y materiales han quedado tatuados en las pupilas de los seres humanos, en los libros, en las estructuras. Podemos hablar de Hiroshima, Auschwitz, Stalingrado, el 11 de septiembre el Nueva York, el sismo en Haití al iniciar 2010, las inundaciones en diversos países por los fenómenos climáticos, los huracanes en México, el tsunami en Chile, y actualmente lo acaecido en el país Nipón. Sabemos que son fenómenos causa de la propia naturaleza, pero desde luego que originan mal, daño, sufrimiento a las personas, a los animales. Otros acontecimientos mencionados indudablemente que son causados por la maldad del hombre, como la bomba atómica, la elaboración de campos de concentración para el exterminio de personas, etc.
A lo mejor nos podemos preguntar qué caso tiene la existencia humana, si sólo hay sufrimiento y dolor. Cada persona toma su posición y visión ante la vida, quizá pueda ser que no profesé ningún credo religioso, y su actitud será tomar como bandera la frustración, el pesimismo, la negatividad. En cambio si la persona es creyente tenderá a enfrentar la vida con optimismo, positivamente, anteponiendo siempre aquello en quien cree, teniendo confianza y esperanza. Sin duda está muy claro que nadie desea sufrir, tener dolor; pero sabemos que no se puede evitar, es la finitud de la creatura.
Dios es quien nos acompaña en todo lo que nos causa sufrimiento y nos daña, como puede ser la enfermedad, la pobreza y nuestras omisiones. Nos acompaña, no es indiferente ante nuestros padecimientos, permanece al lado nuestro. La fe nos hace ir más allá, es confiar totalmente en Dios, es creer en él, a pesar de los sufrimientos, es creer ante toda desesperanza, lo cual nos hace volcarnos sobre los que padecen algún sufrimiento, es tener compasión. Y en ello descubrir como Dios no deja de acompañarnos en el dolor, en los momentos difíciles de la vida, nos estrecha sus brazos con su infinito amor.
Siempre habrá adversidades como el dolor, llanto, sufrimiento, mal, en la vida de cada ser humano, pero no por eso debemos desanimarnos de perder la fe, al contrario, es buscar y encontrar a Dios en los momentos de incertidumbre, de padecimientos, en los mismos acontecimientos de la vida, donde se pone a prueba lo más íntimo de nuestro ser. Seguirán atacando, impactando sucesos terribles a la humanidad, son cosas que no podemos evitar, el mal seguirá acechando como una sombra al hombre, pero Dios es quien nos libera, sufre con nosotros, y nos da las fuerzas para seguir adelante.
René Espinoza Castro
Es seminarista del 1er año de teología en el Seminario Diocesano de Tijuana.
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