Por Sergio Labrada Hernández
1er semestre de filosofía
La nueva evangelización comienza con la credibilidad
de nuestro vivir como creyentes y a partir de la convicción de que la gracia
obra y se transforma hasta el punto de convertir el corazón, en un viaje que
sigue empeñando al cristiano después de dos mil años de historia, y que en este
momento se hace necesario para esta Iglesia particular de Tijuana.
“Es necesario formular una
nueva apología de la fe, que requiere
que ésta sea verdaderamente un acto libre, fruto de nuestro completo abandono
en Dios, por medio del cual cada uno de nosotros se encomienda a Él con el
propio intelecto y con la propia voluntad”, estas palabras pronunciadas por
Rino Fisichella, llegan en este momento como un justo consejo, para esta
comunidad de Tijuana en done un poco mas del 80% son bautizados, católicos,
apostólicos, y necesitan un encuentro con un Dios vivo al mismo a quien se le encuentra mas allá de la
ciencia y fuera de esta, como exigencia de sentido cumplido y de experiencia
personalmente vivida, generando la respuesta que tanto busca este hombre contemporáneo,
sobre su Dios el cual le conoció como padre a través del bautismo.
La Iglesia de Tijuana tiene el deber de
anunciar siempre y por doquier a Jesucristo y su Evangelio, porque Jesucristo
es el mismo ayer, hoy y siempre, este anuncio no solo tijuanense sino también universal es deber de todo bautizado quien debe
realizarlo a través de una nueva y continua evangelización, debe asumir, el
deber de transmitir un patrimonio vivo de cultura y de valores que no se puede
permitir que caiga en el olvido, y tratar de ser sustituidas por doctrinas
humanas que tienen la pretensión de ser mejores de la doctrina de la fe.
Antela gran cantidad de doctrinas
humanas las personas buscan diversas modalidades de religión, que cada uno
elige entre las que encuentra más agradables y que procuren una experiencia
religiosa que parezca más satisfactoria ante las necesidades del momento, sin
duda una gran reto le espera a esta amada Arquidiócesis de Tijuana pues es nuestro deber como Iglesia fomentar
una Nueva Evangelización que tenga la capacidad y el deber de saber cómo dar
una explicación de nuestra fe, indicando a Jesucristo, el Hijo de Dios, como el
único salvador de la humanidad.
Nuestra Iglesia de Tijuana en
este año de la Fe ha sentido la urgencia de renovar la transmisión de la fe. Un desafío pastoral que
guió al Concilio Vaticano II, generando grandes debates y no pocos
experimentos. Cuatro son las principales propuestas que han dominado así las
discusiones, como los ensayos pastorales y que aún viven en la mentalidad de muchos creyentes que han
tratado de resolver el problema de la falta de trasmisión de la fe y del enfriamiento
de miles de católicos : para unos, se resuelve con estrategias de comunicación;
para otros, con eficacia en la gestión eclesial; algunos piensan que la clave
está en resistir y combatir al mundo; otros más consideran que es menester
asimilarse a las exigencias de la posmodernidad. Joseph Ratzinger es parte de
la tradición de pensadores que han cuestionado fuertemente estos cuatro caminos
pues ninguno apunta al núcleo del problema. Hoy, el reto de transmitir la fe
involucra nuestro modo de ser cristianos, de ser Iglesia en el mundo. Un reto
que empieza, antes que nada, en el corazón de cada tijuanense y ciudadano del mundo
Todos somos los llamados a evangelizar, a proclamar la
Palabra de Dios que se ha hecho carne de nuestra carne en Jesucristo. Es
deber de todos comunicar la Palabra que
se pronuncia desde el testimonio de vida.
En esa búsqueda a la que todos estamos invitados, de lograr una
credibilidad de testimonio nace la necesidad de comunicar la experiencia del
amor de Dios. Para nosotros, creyentes de un Dios vivo; ésta no se dirige a un principio abstracto,
tampoco a la consecución de un estado anímico, sino a la búsqueda del rostro de
Jesús de Nazaret y, en él, de la obra del amor de Dios en la creación y en
nuestros semejantes.
Iglesia de Tijuana inserta en la Iglesia universal, este es
el momento justo en este año de la fe, de vivir un encuentro con un Dios vivo a
través de la nueva evangelización. Ya lo
dijo Benedicto XVI en su encíclica “Deus Caritas Est”. No se empieza a ser
cristiano por la adhesión a unas buenas ideas, un programa político o la
simpatía por un código ético. Todo es secundario al acontecimiento fundante de
la fe: el encuentro con Jesús de Nazaret que nos transforma y del cual nace una
forma diferente de ser en el mundo, capaz de dar testimonio del Dios vivo, que
llama a todos, al encuentro con Él.
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