Si preguntáramos a cualquier persona de la sociedad de
nuestro tiempo, ¿Qué es lo que más deseas? ¿Qué es lo que más anhelas? Nos
responderían tal vez que, dinero, ropa, un carro, viajes, tiempo libre, más
diversión, una mejor vida, encontrar el amor, y así muchas cosas más por el
estilo. Estos anhelos o aspiraciones son en el ser humano de lo más natural y
surgen precisamente por la facultad que el hombre tiene del instinto, de la
voluntad y la razón. Sin embargo a las preguntas que hemos hecho se les puede
agregar una más todavía, una que interrogue a aquellas preguntas, por ejemplo
¿para qué quieres un carro, o el dinero, para qué quieres viajes o tiempo libre,
y por qué buscas el amor?
Este mismo cuestionamiento y reflexión la hizo hace ya
más de dos mil años uno de los más importantes filósofos de la historia, me
refiero a Aristóteles. Él se cuestiono acerca del sentido de la vida, ¿Para qué
el hombre está en la tierra, para qué hace y quiere tanto? Y se dio cuenta de
que todas las cosas que el ser humano atesoraba tendían a un fin que iba más
allá de la posesión del mismo objeto.
El
fin último del ser humano es la felicidad y es por esto por lo que nosotros
buscamos todas las demás cosas que podamos tener, el dinero, el carro, incluso
el amor, se buscan, se persiguen porque nos proveen algo que en nuestros días
se ha olvidado mucho, y eso es la felicidad. Nosotros vivimos a veces sin saber
para qué, tenemos objetos o llevamos a cabo actividades sin tener en cuenta el
sentido, ese sentido es, en efecto, la consecución de la felicidad, para eso el
hombre vive, nos dice Aristóteles. Y es que, cuando nosotros buscamos tener
algo se le busca no por sí mismo, sino porque nos va a proveer una cierta
felicidad, porque en lo que hacemos como hombres está implícita la búsqueda de
la felicidad, incluso los actos malos que hagamos, están dirigidos a alcanzar
la felicidad, sin embargo está felicidad se busca aquí por un camino
equivocado. Y es exactamente en este momento
cuando entra en vigor la virtud, cuando se hace ineludiblemente necesaria, y se
tiene que adoptar como medio para alcanzar el fin último del hombre, es decir,
la felicidad.
En
nuestros tiempos la palabra virtud se ha tomado como sinónimo de perfección, de
bueno, así podemos hablar de un virtuoso del violín o del canto por ejemplo, y
no está mal este concepto que tenemos del término virtud, sin embargo no se
reduce a esto, va más allá. La virtud desde un punto de vista clásico significa
punto medio, equilibrio, lo justo, y es que así es precisamente como la
entendió Aristóteles, al definirla como el punto medio entre el exceso y el
defecto, los extremos son para la filosofía antigua vicios y esto es lo
contrario a la virtud, así encontramos que hay vicios por defecto y por exceso,
por ejemplo, un vicio por defecto puede ser la pereza o la indiferencia al
trabajo y un vicio por exceso bien podría ser el trabajo sin descanso, un
exacerbado activismo; si analizamos ambos vicios, ambos extremos, encontraremos
que en los dos hay consecuencias que no nos conducen a lo que buscamos, que es
la felicidad, la pereza nos hace hombre inútiles, no productivos y carga para
los demás, por otro lado, el trabajo excesivo nos puede llegar a absorber de
tal manera que nos podemos incluso enfermar, llegaremos a tener problemas de
tensión o en el plano familiar a no pasar el suficiente tiempo con ella. Como
vemos, ninguno de los extremos nos conviene, por eso la virtud es precisamente
el equilibrio que se debe encontrar entre los vicios, y esa virtud nos salva de
irnos por un lado equivocado. Entonces regresando al anterior ejemplo, podemos
decir que una actuar virtuoso sería aquel que trabaja lo justo, no más ni
menos, aquel que trabaje lo suficiente para vivir bien, con dignidad, y que al
mismo tiempo tenga espacio para el necesario ocio y vida familiar.
A partir de este simple ejemplo podremos nosotros
comenzar a juzgar nuestro actuar desde un punto de vista más prudente, y es
precisamente la prudencia, una facultad que el hombre tiene, la que nos va
ayudar a discernir entre los vicios, entre los extremos, y nos va a situar en
el punto medio, que nos lleve a la virtud y así a tener una vida más sana y
mejor, una vida que se aleje de lo
dañoso de los vicios. Este actuar virtuoso se tiene que extender a todas las
áreas de la vida para que sea más buena,
más justa, y en consecuencia, feliz. La virtud solo se
puede alcanzar a través de la repetición de hábitos buenos; los malos ya dijimos, nos conducen al
vicio.
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