sábado, 10 de noviembre de 2012

El Juez por su propia casa empieza por Gregorio Fuentes


El Juez por su propia casa empieza

Por Gregorio Fuentes Atienzo



En esta ocasión, hablare acerca de los prejuicios y de la posición de jueces en la que nos colocamos ante los demás, cuando se nos presenta una situación en la que juzgamos precipitadamente. En diferentes circunstancias de la vida, he notado como a veces, me convierto en el Juez de los demás sin que nadie me haya dado ese cargo. Es muy fácil criticar a los demás, y es proporcionalmente inverso aceptar las criticas y más cuando nos preguntamos ¿y tú quien eres para juzgarme? Es común que destrocemos a las personas sin saber el que o el porqué de sus actitudes y/o acciones.


Recuerdo que en una ocasión, mientras desayunaba con mi familia, esperábamos a otra persona que nos acompañaría, ya había pasado el tiempo de la hora acordada y recuerdo que cuando ésta llego, lo primero que dijo fuera de todo pronóstico fue un simple:¡Buenos Días!, a lo que un familiar respondió: ¡Buenas Noches!, con un tono totalmente sarcástico, la persona que llegaba tarde, tranquilamente volteó a verle y de una forma muy educada le respondió: “Usted no sabe porque estoy llegando tarde, y cuando uno no sabe, lo mejor es guardar silencio o informarse bien”. Hago el recuento de este suceso porque ese comentario fue el parte aguas de la convivencia posterior. Inmediatamente mi familiar respondió: “¿Todo está bien?, ¿Le puedo ayudar en algo?, y la situación cambio de forma vertiginosa la dirección que parecía tomar.


Después de este hecho, concluí que es muy fácil juzgar por lo que vemos, nos dejamos llevar por lo notorio, sin embargo, muchas veces el sentido de la vista nos juega una mala pasada y podemos llegar a romper inclusive relaciones personales por no estar bien informados y por emitir juicios precipitados. Recuerdo que mientras estudiaba la Lic. En psicología la maestra de Técnicas de la Entrevista, siempre hacía énfasis en no juzgar a la persona por lo que vemos, porque nos podemos llevar grandes sorpresas. Ahora la entiendo.


El año pasado tuve la oportunidad de vivir un tiempo fuera de la ciudad, en mi paso por el Distrito Federal, mientras visitaba la Plaza de las 3 Culturas, tuve una charla prolongada con un hombre que vivía (según me comento el) al pie del monumento a los Estudiantes caídos en el movimiento del 68, este hombre, desvariaba en su discurso, tenía algunas ideas que repetía constantemente y no tenía una secuencia lógica lo que decía. Después de concluir la charla, me disponía a retirarme y el hombre vagabundo, me pidió 10 pesos para comer algo, manifestó que desde un día anterior no ingería alimento alguno. Mi reacción ante su petición fue la de emitir un juicio mental inmediato en el cual plasmaba: “Por ahí hubiera empezado y no era necesario contar tanta historia que quizá ni sea cierta”. El me decía que quería comprar una torta de 16 pesos, que él ya traía consigo 6 pesos, que si se la ajustaba o le ayudaba con algo. En tono sarcástico pero aparentando cierta seriedad le respondí: “No, mi hermano, usted trae 6 pesos más que yo”. El hombre con una mirada sincera se dirigió hacia mí y me dijo: “Hermano, eres estudiante, quizá no sea mucho, pero ten mis 6 pesos, yo encontrare la manera de conseguir más, tú los ocupas por qué vas de paso” Y hurgó en sus bolsillos buscando el dinero…


He aprendido la lección recibida en las aulas.


Así que la siguiente vez que usted se encuentre colocado en la posición de Juez, piense bien lo que dirá, ya que ese juicio de condenación puede ser para toda la vida. Por tanto, algunas recomendaciones para no caer en esta situación son:


1.- Estar informado: En la medida de lo posible, es necesario conocer el contexto de la situación, así tendremos más elementos si en algún momento se nos llegara a pedir nuestra opinión.


2.- Saber escuchar.- Este punto es básico, ya que sin una buena escucha nos convertimos en amos y maestros de la composición, y podemos pasar del mito al mitote por no estar bien informados y para colmo, no escuchar bien.


3.- La prudencia: No está peleada con la Verdad, sin embargo hay que saber decir la Verdad, de una forma que no destruya a quien la escucha, que no hiera, que no lastime, recordemos que: “Con la vara que midas, serás medido”.


4.- En caso de… que se llegara a pedir nuestra opinión sobre tal o cual circunstancia, dejemos claro que lo que diremos no es ley absoluta, sino una simple opinión de lo que percibimos.

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En oración

Muchos saludos en estos momentos en que estamos viviendo El el tiempo del adviento.