jueves, 6 de septiembre de 2012

Sobre la ausencia de la verdad en nuestro tiempo


EL DEFICIT DE VERDAD,  ¿UNA ENFERMEDAD DE NUESTRO TIEMPO?

Por Abel Gutiérrez
Seminarista de I de teología

La respuesta es afirmativa. Así nos lo hace saber Joseph Ratzinger (uno de los teólogos más brillantes  de nuestros días, elegido papa tras el fallecimiento de su predecesor Juan Pablo II) en su libro “Orar”. El déficit de verdad no es una enfermedad física; sino una enfermedad de orden moral y ético que exige para su cura, una manera de vivir.

Para entender mejor el significado de esta enfermedad de nuestro tiempo, tomemos en cuenta la definición de verdad lógica y verdad ontológica. La primera dice que verdad es “la adecuación de la mente con la realidad”. La segunda dice que verdad “es lo que es”. Ahora bien un déficit de verdad es entonces, un diluir la verdad hasta hacerla intrascendente. Es vivir la verdad a la medida del parecer y la conveniencia de cada persona, restándole así, el valor trascendente que es en si misma.

He aquí un fragmento del libro Orar que impresiona, porque deja al descubierto nuestro actuar:

el éxito, el resultado, le ha quitado  la primacía en todas partes (…), la renuncia a la verdad y la huida hacia la conformidad de grupo no son un camino para la paz (…), el dolor de la verdad es el presupuesto para la verdadera comunidad.[1]

Encontrar ejemplos para entender este fragmento es cuestión de análisis,  de mirar con la mayor objetividad posible el modo de vivir de nuestra sociedad.

Tan cierto es que el éxito y el resultado, le han quitado la primacía en todas partes a la verdad que hoy en día se vive en una cultura de resultados. Donde el obrero, el empleado, el estudiante, etc.,  que no entrega los mejores resultados o las mejores estadísticas, es innecesario en cualquier lugar. Fracasa. A su vez, el exitoso es aquel que entrega los mejores resultados y/o las mejores estadísticas. Esto lleva a todos los sectores de nuestra sociedad a una lucha por alcanzar el éxito, nadie quiere fracasar; por ello no importan: el cómo, la ética, la moral, si se miente o si se pasa por encima de la dignidad humana. Sólo importa el resultado.

Esta lucha generada por la búsqueda de resultados, orilla a quienes no son competentes, a renunciar a la verdad y huir hacia la conformidad. Nadie quiere vivir en la verdad porque eso implica ser honesto, ser tu mismo, que dejes atrás las mascaras del miedo, que dejes de imitar y que propongas tus ideas, te exige el respeto a lo ajeno y el respeto a los demás;  interpela a la persona en su totalidad porque le exige cambiar de rumbo si se está equivocado. Y, como vivir en la verdad requiere decisión y esfuerzo para cambiar de dirección, se prefiere la conformidad; donde muchos vicios (antivalores), tienen su casa. Ahí  no se exige nada, todo se deja al azar, se atropellan los derechos más fundamentales del hombre y se instala una cultura de muerte. Como decía Maquiavelo: el fin justifica los medios.

Renunciar a la verdad y optar por la comodidad, ha llevado a que las personas de nuestro tiempo inventen personalidades para aparentar lo que no se es; ha permitido que  hombres y mujeres vivan de sueños de pompa y poderío. Sueños que buscan hacer realidad con el mínimo esfuerzo. Son personas que no quieren o no pueden vivir de acuerdo a las exigencias de la  verdad.
Síntomas de una sociedad que ha renunciado a vivir en la verdad y ha optado por la comodidad son: el narcotráfico, los secuestros, los asaltos, la violencia, el hambre, los pocos ricos y los muchos pobres que hay en una sociedad, las desigualdades, etc. Todos justifican su actuar en la falta de oportunidades. La realidad es que no buscan conseguir de manera honesta lo que quieren, nadie quiere ir paso a paso, creciendo según el ritmo de su propia vida, alcanzando poco a poco sus sueños.

No se quiere estudiar para prepararse y alcanzar las metas trazadas, pocos quieren trabajar en ello. Están sufriendo la enfermedad del déficit de verdad y “así la verdad de que la tristeza del mundo conduce a la muerte, es cada vez más real”.

El dolor de la verdad como presupuesto para la verdadera comunidad, es el precio que hay que cubrir si se quiere tener una vida feliz y alegre. Solo en la experimentación del dolor que produce esta manera de vivir, es como llegamos a madurar por dentro. Cuando se vive en la verdad puedes mirar de frente al mundo, se es libre. Desaparece el miedo, el temor, el terror y la frustración que trae consigo el vivir en la falsedad y en la comodidad. Por eso en vez de buscar ser una persona de éxito, se debe buscar ser una persona de valores.



[1] RATZINGER, Joseph (BENEDICTO XVI): “Orar”, Planeta.

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En oración

Muchos saludos en estos momentos en que estamos viviendo El el tiempo del adviento.