domingo, 29 de junio de 2014



La identidad sacerdotal en la Pastores dabo vobis

Itroduccion
Uno de los temas que sin duda alguna ha sido tratado con mucha frecuencia dentro del ámbito eclesial, ha sido el tema de la identidad sacerdotal, tema que se ha abordado desde varias prospectivas, como la  teológica, psicológica, social etc. Esto denota claramente la grande importancia y el influjo que tiene en nuestros días este tema y la importancia que la Iglesia católica ha puesto ante una realidad que vive actualmente, puesto que un número considerable de sus ministros por falta de un conocimiento adecuado pero sobre todo de una vivencia autentica de esta identidad sacerdotal, han golpeado a la Iglesia.

Podríamos decir que uno de los documentos más valiosos que la iglesia ha elaborado en esta perspectiva, es sin duda alguna, la exhortación apostólica, Pastores dabo bobis. Que aborda el tema de una manera profunda partiendo de los fundamentos principales para un conocimiento autentico, poniendo muy en claro que esta identidad sacerdotal tiene su raíz en la naturaleza de la formación que se ha de dar en los candidatos en visas al sacerdocio.  

Preambulo

«El espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva» Lc 4, 18a

He querido iniciar con esta cita bíblica, puesto que ha sido el punto de partida y el hilo conductor que los padres sinodales han seguido al reflexionar atentamente sobre la naturaleza y misión del sacerdote, subtitulo que nos encontramos en el segundo capítulo de esta exhortación apostólica pot-sinodal y del cual considero se puede partir para descubrir cuál ha de ser la identidad sacerdotal.
Ante una grande preocupación de los padres sinodales,  consientes de la  inminente crisis de identidad sacerdotal que se vivía en los primeros años después del concilio vaticano II, se enfocan en buscar las líneas de acción para hacer frente a tan preocupante problema para la iglesia universal, pues la pérdida de miles de sacerdotes,  daba a nuestra Iglesia un grande golpe.

El punto  fundamental y del cual parten los padres, es la reflexión seria y profunda que realizan para poder llegar a un conocimiento recto y profundo de lo que es esencialmente la naturaleza y la misión del sacerdocio ministerial, reflexión que a lo largo sobre todo del segundo y tercer capítulo, nos dan a conocer cuál es  la identidad sacerdotal,  dónde se fundamenta y hacia dónde se dirige. 

Es impresiónate, como los padres sinodales, en este deseo por encontrar el fundamento ultimo y esencial, han podido sabiamente guiados por la luz del Espíritu, descubrir, en la Santísima Trinidad, el  fundamento único de la identidad sacerdotal. Ya que la naturaleza y la misión del sacerdocio ministerial, no se pudieran comprender si no es por medio de las relaciones que brotan de la Santísima Trinidad, puesto que, en virtud de la consagración recibida, el sacerdote es enviado por el Padre, por medio de Jesucristo, que siendo Cabeza y Pastor, el presbítero se ha de configurar a Él, para vivir y actuar con la fuerza del Espíritu Santo al servicio de la Iglesia para la salvación del mundo.

Es así,  que partiendo de esta relación fundamental trinitaria  y sabiendo que gracias a la configuración recibida por la ordenación, el sacerdote encuentra de manera más propia, su plena y verdadera identidad en Cristo sumo y eterno sacerdote, cabeza y pastor, podemos ahora poner de relieve algunos de los aspectos esenciales que nos ayudaran sobre todo  a conocer y comprender, esta identidad sacerdotal.

1.-  Cristo mediador perfecto.
Partiendo primeramente del aspecto de  mediador perfecto que encontramos en Jesucristo, quien sin escatimar nada de sí, se ofrece hasta el extremo de la cruz abriéndonos así el acceso inmediato a Dios, nos muestra la verdadera dignidad y misión del sacerdocio, poniéndonos de frente al rostro del sacerdocio de la nueva alianza, que no es otro que el acontecimiento de su pasión, muerte y resurrección.

Por lo tanto, sería falso y un grande error buscar  vivir una auténtica y verdadera identidad sacerdotal, prescindiendo de una vivencia propia de este fundamental misterio, ya que si a semejanza de Cristo, el sacerdote es el mediador humano entre Dios y los  hombres, esta  mediación sin duda alguna  se ha de vivir  también hasta el extremo, entregando la propia vida para la salvación de los que se nos han confiado. Ya que al igual que todos los fieles, en la consagración del bautismo, el sacerdote ha recibido el don a la santidad, don que lo obliga principalmente a él como instrumento vivo, representante y mediador de Cristo, a aspirar a la perfección, aun en medio de las debilidades y flaquezas humanas, pues nos dice: «sed perfectos, como mi Padre es perfecto». Mt 5, 48

2.- Cristo buen  Pastor.
El siguiente aspecto los encontramos en Cristo buen Pastor, ya que  podemos ver claramente cómo es Jesús mismo quien se presenta como el buen Pastor pues dice: «yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas»” Jn 10,11 un pastor que no solo es de Israel sino de todos los hombres, pues como pastor, siente una grande compasión de la gente que están como ovejas sin pastor, dispersas y descarriadas. Por eso, siendo consciente de su tarea-misión,  cuida de sus ovejas, las conoce, las llama por su nombre, las congrega y sabiéndose sobre todo que  no  ha venido a ser servido sino a servir, es capaz de donar su propia vida en favor de ellas.

Propio en esta manera son llamados a vivir  los presbíteros, ser una transparencia del único y supremo pastor frente al rebaño que se les ha confiado, puesto que habiendo sido configurados ontológicamente a este Cristo Buen Pastor, tienen como responsabilidad prolongar esta presencia del único y supremo Pastor, de imitar y revivir su misma caridad pastora.


3.- Cristo Cabeza y Pastor, esposo de la Iglesia
Este es uno de los elementos que los padres sinodales han resaltado mas, ya que resaltan sobre todo que con la consagración de la ordenación sacerdotal, los presbíteros son configurados con Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia, lo cual convierte al mismo presbítero, en el  Esposo de la Iglesia y como tal, ha de estar al frente de ella, poniéndose  a su total servicio, tanto de la Iglesia particular como de la  Iglesia universal, puesto que en la relación del sacerdocio con Jesucristo y en Él con su Iglesia,  se encuentra lo que es el ser y el obrar del sacerdote, su misión y su ministerio.

Esta configuración con Cristo cabeza y pastor, exige del sacerdote una verdadera caridad pastoral, para poder ejercer fielmente el servicio en favor del cuerpo místico de Cristo que es su Iglesia, ya que Jesús es el verdadero esposo y el sacerdote ha de vivir esta situación esponsal ante la comunidad, puesto que  es llamado a ser imagen viva de Jesucristo Esposo, siendo un autentico testigo del amor de Cristo como esposo, amando con ese mismo amor en una entrega total, continua y fiel.

 Sabiéndose por lo tanto, que no está sólo en la iglesia, sino que está al frente de la Iglesia, ha de ser muy consciente que ha recibido del mismo Cristo, el don de guiar a su Iglesia mediante la potestad espiritual, servicio que ha de realizar impulsado por la gracia del Espíritu Santo y considerándose primeramente siervo, para poder ser cabeza.

Conclusión
Después de haber enumerado estas características, que sin duda alguna, nos dan el parámetro y sobre todo nos ponen de manifiesto lo esencial de la identidad sacerdotal, quisiera terminar resaltando lo que los padres sinodales ya han puesto de manifiesto en esta exhortación pero que sin embargo  considero es el punto clave para no perder el hilo conductor que nos llevará  a vivir una autentica identidad sacerdotal, puesto que queda propio al sacerdote el renovarse continuamente y  profundizar cada vez más la conciencia de ser ministros de Jesucristo, en virtud de la consagración con El, como: Cabeza y Pastor de la Iglesia.

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En oración

Muchos saludos en estos momentos en que estamos viviendo El el tiempo del adviento.