martes, 20 de enero de 2015

Sobre las actitudes

Barrer Las Puertas En Vez De Cerrarlas


Por Alexis Gándara Tiznado

He decidió hacer este pequeño escrito, inspirado en una triste historia que me acaban de contar unos amigos a los cuales quiero y aprecio bastante, ellos, al igual que cientos de personas que habitan en esta ciudad de Tijuana, han sufrido la triste experiencia de llegar a su casa y encontrarla no exactamente con el mismo número de cosas que tenían antes de salir de ella, alguien de nombre desconocido y con no muy buenas intenciones, entro cuando no había nadie y tomo algunas pertenecías que no eran precisamente de él. Este alguien podemos llamarle simplemente ladrón, que hoy sin duda, el ser ladrón pudiera considerarse como una de las actividades más decentes dentro de las actividades delictivas, ya que gracias a Dios, para mis amigos es solo un ladrón y no un asesino.

Pudiéramos hacer una lista de todo lo que se ha llevado, sin duda encontraríamos muchas cosas de valor en la lista: un poco de oro, uno que otro aparato electrodoméstico, etc. Pero tristemente, se ha llevado algo de ellos que muy pocos logran tener y conservar, la paz. Mis amigos han tenido que reforzar su casa, cerrar con el mayor número de candados posibles, y con ello también han tenido que cerrar su corazón. Ahora al salir tienen que pensarla dos veces, el salir en familia es muy difícil, alguien tiene que cuidar la casa. No es que se sobrevalore lo material, sino que todo lo que se tiene se ha logrado con esfuerzo y cansancio, y si le sumamos la crisis, el cuidar las cosas más que ambición, es necesidad.

En suma; delincuencia y crisis dan en total desconfianza, el ladrón más que cosas, se ha llevado la confianza, un mundo sin confianza es un infierno, y al vivir en un infierno, la posibilidad de encontrar la paz que se ha perdido es completamente imposible. Y esto es algo que me cuesta reconocer. Siempre he creído en el hombre, y he buscado mil palabras para buscar que nosotros los hombres, creamos en nosotros, los mismos hombres. Es bien cierto que no se nos pide cambiar al mundo, sería injusto encontrarnos con un Dios que nos exigiera cambiar a todo el mundo con nuestras propias capacidades.

¿Y qué hacer? ¿Debemos tirar la toalla?, ¿O tal vez debamos esperar a que alguien más la tire por nosotros? Cuantas veces esperamos que alguien venga y nos diga: “hiciste lo que pudiste”, y con ello, queremos darle la vuelta a la situación con la que se luchaba. Lo que en verdad se nos pide es que a toda costa y sobretodo valor posible, nunca perdamos ni nos dejemos robar la esperanza. Podrán quitarnos la ropa, las joyas, el auto, pero lo que no nos pueden quitar es la esperanza.

Ya nuestro Señor Jesús nos lo decía: “si te quitan el manto, dales también la túnica” y no porque quisiera el Señor demostrar inferioridad, sino que al momento de quitarme el manto, me puedes quitar lo material, pero yo al darte la túnica, recupero la esperanza en ti, recordarme que eres humano y que te equivocas, pero también que puedes cambiar, y que yo a pesar de tu maldad puedo hacer el bien, aunque sus frutos nos los vea inmediatamente.

Por eso es que siempre me niego a escribir sobre lo miserable que puede llegar a ser el hombre, y no porque quiera cerrar los ojos y no ver la realidad, pero creo que ya tenemos suficiente con lo que los distintos medios nos advierten. En lo personal, creo que en vez de tratar de cambiar el mundo, debemos buscar cambiar nuestro propio corazón, barrer la puerta de nuestra casa en vez de reforzarla con mil cerrojos. Porque han de saber que lo que da la verdadera paz, no es lo que lo que nos protege, sino lo que podemos dar; saber que una palmada en la espalda puede llegar a cambiar con mucha más eficacia el corazón del hombre, que mil puñetazos en su cara. Y un buen ejemplo de jóvenes que buscan cambiar su vida y darle un sentido pleno en la búsqueda de un mundo mejor es el siguiente:

Durante el tiempo de vacaciones, los seminaristas tenemos la oportunidad de participar en algunas de las parroquias de la arquidiócesis, acompañándoles en una experiencia de misión. Es una experiencia muy significativa en la vida de cada uno de nosotros (los seminaristas), ya que con ello logramos apreciar y valorar el trabajo en cada una de las comunidades, y con ello aprendemos más sobre la actividad en comunidad y el constante trabajo y entrega de muchos de los fieles laicos y sacerdotes.

Pero no es de los seminaristas de los que quiero hablar, sino que de manera especial, quiero compartir una vivencia que también se da dentro de este tiempo, la cual consiste en el “Pre-seminario” en la que a un servidor le toco participar acompañando a muchos jóvenes y adolescentes con inquietudes vocacionales, y que en este año se realizaran del 19 al 23 y del 26 al 30 de Julio en el Seminario Diocesano de Tijuana.

Muchos de los jóvenes que asisten, tienen grandes inquietudes, pero también muchas dudas y miedos. El vivir en un mundo tan individualista, tan poco atento a las necesidades del otro, hace que de alguna manera cada uno de estos jóvenes, no logre de primera mano entender esta inquietud; ¿Cómo dar mi vida por otros? ¿Qué tanto cambiará el mundo si yo entro al seminario? ¿Vale la pena dejar familia, amigos, escuela, trabajo, novia, etc., por un mundo aparentemente tan perdido? Cada una de estas preguntas resuenan más de una vez en cada corazón de los jóvenes, y por ello tenemos la necesidad de demostrarles que si vale la pena, que el mundo necesita de jóvenes valientes, entregados y generosos.

Por ello, la vivencia del “Pre-seminario” es demostrar que el sacrificio que nuestro Señor Jesucristo realizó por el mundo, vale y valdrá la pena siempre, y que es trabajo de cada uno de nosotros el realizarlo, dando la vida día con día por el hermano. Decirles que el mundo necesita de su valor juvenil, decirles que el mundo sabe; aunque no lo reconozca, que los necesita, que necesita de un si generoso, de un amor puro e incondicionado.

Porque qué fácil es decir que el mundo es una porquería, y más fácil es el gritarlo una y otra y otra vez, pero intentar darle una limpiadita desde nosotros mismos es difícil, ya que tal vez cuando nos muramos, el mundo seguirá siendo la misma porquería, pero que gracias a nosotros, esa porquería será en cantidad menor, ya que se habrá limpiado con el jabón de la esperanza. La familia que reza unida permanece unida, un mundo que reza es un mundo de paz.

Diac. Alexis Gándara Tiznado

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En oración

Muchos saludos en estos momentos en que estamos viviendo El el tiempo del adviento.